Libros, libros, libros como gotas de agua, palabras a borbotones, ideas, la novela hecha; la bailarina fungiendo en la piel de una novelista, las 40.000 palabras, a lo Kafka, el manuscrito, la editorial; las lecturas, los lectores, los editores, la imprenta, y la novela, esa novela, de palabras extrañas, de ritmo a lo bruto, de cadencia impetuosa. Y está Greta, la García, Greta García, que baila, y actúa, y hace de payasa, que trabaja con el cuerpo, y ahora lo hace con la garganta, porque grita, Greta, mientras escribe.
Como se habla se escribe, porque es así que el mundo avanza, al comprenderlo. Por eso Pili habla como habla, y en toda su esencia la presenta su autora, la Greta, Greta García, la bailarina.
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“Tener el poder de leer el pensamiento es agotador. Yo no lo tengo, pero con solo imaginar que alguien oye lo que a mí me retumba me canso. Me consume mi propio sistema. La mentalista que se tope conmigo muere. Escucha un microsegundo de to esta paranoia cansina y cortocircuita, catapum, al hoyo, por listilla, por ir leyendo la mente de las demás. Manolete pa qué te mete. Está claro que sufro de palabrerío grave y severo y sin remedio alguno. Tengo reúma mental. Mi dolencia es como la de la peña que tiene un pitío en el oído que no se va, que tienen a un bichito cabrón metío en la oreja que hace piiiiiiiiiiiiiiiii. Quizá lo del pitío es peor. Mierda, ¿y si ahora por pensarlo lo tengo yo también pa siempre? Mierda mierda mierda, desde luego, qué fatiguita esta de tener la palabra mierda en mayúsculas como un turbante en los sesos. Si me rajaran el cráneo con un serrucho e hicieran el corte perfecto sobre mis ojos 10 y orejas pa destaparme la chota, se comerían de lleno un letrero de puticlú mal iluminao en el que pone: mierda ano tonta hostia su puta madre y mongola. Que eso no está bien decir mongola porque hay gente de Mongolia y que no está bien decir que los mongolos son mongolos, pero es que lo que tú eres es una peazo mongola y una peazo mierda gorda. Ojalá fueran otras las palabras que completaran mi semántica, pero eso no se puede controlar, igual que el hecho de haber nacío. Me parieron y aquí estoy, con un cepillo dientes metío en el sieso, intentando no pensar” – (Fragmento).
Así inicia “Solo quería bailar”, la primera novela de la bailarina sevillana Greta García, una de las publicaciones más esperadas para el mes de marzo en el mercado hispano. La editorial Tránsito ha anunciado que el libro estará disponible en librerías españolas a partir del primer día del mes, uniéndose a títulos como “Mala onda”, de Myriam Gurba, y “De nuevo centauro”, de Katixa Aguirre, otras de las novedades del sello.
La novela, narrada en primera persona, cuenta la historia de una bailarina que ha acabado en la cárcel tras decidir hacerse terrorista. Su nombre es Pili y desde hace mucho vive “jarta”, como ella dice, de tanta burocracia e institucionalidad. Ella habla en andalú y es así como entiende el mundo y lo cuenta. Su discurso, en ocasiones divertido y en otras, escatológico, apunta más a un lenguaje naif con el que expresa una crítica profunda a todo eso que denominamos sistema.
“Si lo hubiera escrito en castellano, este mal llamado neutro, el texto se leería con otro ritmo y otra musicalidad que no corresponden a Pili. Además de una reivindicación del acento y su riqueza, su humor y su dureza, se suma que personalmente me chiflan los acentos y que yo, Greta, la que escribe, soy andaluza. Anoto que lo he hecho a mi manera, como a mí me sonaba bien. Hay artistas que siguen alfabetos específicos, yo me he tomado la licencia de jugar y escribirlo como mejor sentía que iba con la voz de Pili, explica la autora, en conversación con Leamos.
“Solo quería bailar” es el brillante debut novelístico, en 200 páginas, de la también directora teatral y circense. Un libro hilarante e irreverente que reflexiona en torno a temas como la precariedad, el fracaso, la otredad y el cuerpo. Una novela llamada a marcar a toda una generación, que entra por la puerta grande de la literatura española y planea romper con todo, porque así es la voz de Greta García, que te rompe y descoloca.
— ¿Cuándo empezó a garabatear las primeras ideas? ¿De dónde vino todo?
— Empecé en 2020, durante y después del confinamiento. Tras varios talleres y diarios tenía ganas de ver hasta dónde podía llegar. Como bailarina estoy ligada al cuerpo, a la escena, a mostrarme físicamente. La fantasía de poder realizar un acto creativo desde el sofá me parecía la bomba. Para poder desarrollar material decidí tirar de lo que conocía y me rodeaba en el momento: danza, encerrona, Andalucía, burocracia, impotencia, tonterías, rabia, mierda, amigas…
— La novela es un improperio a grito herido. ¿Cómo supo cuál era el tono para contarla?
— No fue una decisión premeditada. Creo que como me lo pasaba tan tan tan bien escribiendo y reescribiendo y leyéndolo en voz alta, simplemente confié en que tenía que ser así.
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— Las reflexiones en torno al cuerpo, el baile, el fracaso… ¿Qué hace de Pili el personaje complejo que es?
— Pili, como ser humano que es, está llena de contradicciones, sueños, dolores. Tener un cuerpo que te permite bailar y, sin embargo, rechazarlo y maltratarlo es terrible, pero es algo común. Trastorno alimenticio y danza son demasiado amigas. Y el fracaso es parte de haber nacido y tratar de salir adelante en la complejidad del siglo veintiuno. Para mí, Pili, en realidad, es una persona muy sencilla, ella quiere vivir, bailar, amar y ser amada, cosas que queremos casi todas las personas, ¡es esta vida loca la que lo hace todo tan complejo!
— ¿Por qué tardaste tanto en lanzarte al abismo de la novela?
— No tengo formación de escritora ni he pretendido serlo jamás. No era siquiera una idea que rondara mi pensamiento. Yo me dedico a lo escénico, dentro y fuera. La escritura como obsesión es relativamente reciente. Yo digo que es mi terapia, una manera de encontrar paz interior. Suena un poco hippie, pero es así. De hecho, desde que tomé la decisión de escribir la novela, todo ha sido fascinantemente rápido, he tenido una suerte y un arrope de mujeres fascinantes que todavía no logro creerme.
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