Viajó solo y así parece que permanecerá durante toda la aventura en Londres. Lejos quedaron las imágenes cómplices con su hermano, el Príncipe William… Harry quedó relegado en la histórica Coronación del Rey Carlos III en la Abadía de Westminster.
El Duque de Sussex, de 38 años, caminó en soledad por el pasillo para sentarse en la tercera fila antes de la llegada de su padre y la futura Reina Camilla.
Se ubicó entre el marido de la princesa Eugenia, Jack Brooksbank, y la princesa Alexandra, prima de la reina Isabel, cuyo último compromiso real de trabajo fue hace diez años.
Junto a él estuvieron las hijas del príncipe Andrés, Eugenia, de 33 años, y su hermana Beatriz, de 34, con su marido Edo Mapelli Mozzi.
La primera fila quedó reservada para los miembros de la realeza con más antigüedad: William y Kate, Eduardo y Sofía y sus hijos Lady Louise y James, conde de Wessex, además de la princesa Ana y su marido Tim Laurence.
Una fuente confidencial dijo a The Sun: “Hubo conversaciones sobre la posibilidad de organizar los asientos por orden de sucesión”. De haberlo hecho, Harry, quinto en la línea de sucesión, habría sido ubicado en primera fila, y junto a William y Kate… Pero eso finalmente no sucedió.
La posición donde ubicaron a Harry, demasiado alejado de padre, muestra la interna que aún persiste.
De hecho, Harry no se unió a la Familia Real en el balcón del Palacio, lo que lo deja absolutamente fuera de las fotos oficiales de la coronación.
La ausencia no fue una sorpresa. Tampoco estaba el Príncipe Andrés, cercado por los escándalos sexuales relacionados con el empresario pedofilo Jeffrey Epstein. La explicación oficial es que al balcón sólo asitieron los “working royals” , es decir todos los que tienen un rol activo en la realeza. Harry renunció a todos sus deberes cuando decidió mudarse a California con Meghan Markle y Andrés fue despojado por la reina Isabel de todas las afiliaciones militares y los patrocinios reales.
La fastuosa ceremonia de coronación de Carlos III y su esposa Camilla, evento inédito en el Reino Unido desde hace 70 años, comenzó el sábado en Londres, maculado antes de su inicio por la detención de varias personas que pretendían manifestarse.
El rey, de 74 años, y su esposa de 75 llegaron a la Abadía de Westminster tras una breve procesión en carroza desde el Palacio de Buckingham.
Pese a la persistente lluvia, miles de admiradores se agolparon a lo largo del recorrido para saludarlos.
En su camino, la pareja real también pasó ante las pancartas amarillas del grupo antimonárquico Republic, en las que se lee “No es mi rey”. Un grupo de estos activistas fue detenido cuando se preparaba para protestar.
Unos 2.300 invitados presencian la ceremonia religiosa en la Abadía de Westminster, entre ellos la primera dama estadounidense Jill Biden, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y los reyes Felipe VI y Letizia de España, además de cientos de representantes de la sociedad civil británica.
Ante sus ojos, y los de millones de telespectadores, Carlos III y Camilla entraron solemnemente, vestidos con capas ceremoniales, para ser consagrados en la cima de la monarquía británica, ocho meses después de subir al trono tras la muerte de Isabel II, que reinó durante siete décadas.
Aunque el rey quiso una ceremonia más moderna y sencilla que la de su madre, en un contexto de grave crisis por el disparado coste de la vida, esta se desarrolla según un pomposo ritual prácticamente inmutable desde hace mil años, único entre las monarquías europeas.
Se utilizarán tres coronas engarzadas de diamantes y piedras preciosas, varios ropajes antiguos bordados con oro que el rey irá vistiendo en distintas fases de la ceremonia, tres cetros y un par de espuelas de oro.
En un guiño a las preocupaciones modernas, el óleo que se usará en la unción será vegano, aunque consagrado como exige la tradición en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, donde los cristianos creen que fue enterrado Jesús.
En la parte considerada más sagrada de la ceremonia, el arzobispo de Canterbury, líder espiritual de la Iglesia de Inglaterra, de la cual el rey es el jefe máximo, ungirá las manos, el pecho y la cabeza de Carlos III y de Camila, ocultos de la vista de todos por una pantalla.
Previamente, el monarca habrá sido presentado a los asistentes, que lo reconocerán con salvas y resonar de trompetas. Y con la mano sobre la Biblia, prestará juramento.
La parte central del acto llegará cuando el arzobispo Justin Welby coloque sobre su cabeza la espectacular corona de San Eduardo, que solo se lleva en el momento de la coronación.
Sustituyendo el tradicional homenaje de los aristócratas, el religioso invitará a todas las personas, desde donde estén viendo o escuchando, a jurar lealtad al nuevo rey, una primicia histórica que busca la democratización de la ceremonia, pero que provocó fuertes críticas.
Acompañados por miles de militares y miembros de la realeza, los monarcas regresarán en una nueva procesión al Palacio de Buckingham, donde junto a su familia saludarán a la multitud desde el balcón.
Con información de AFP
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