De Éric Vuillard no es necesario decir mucho. Su nombre es, desde hace varios años, sinónimo de brillantez, al menos entre los lectores. Y para fortuna de estos, el ganador del Premio Goncourt en 2017 con su novela “El orden del día”, regresa a librerías con su más reciente trabajo de ficción: “Una salida honrosa”.
Traducida al español por Juan Manuel Salmerón, y publicada, como ha venido siendo costumbre con la obra del autor, por el grupo Planeta, a través de su sello Tusquets, la novela se centra en uno de los conflictos más prolongados del siglo XX: la guerra de Indochina. “Una salida honrosa” narra cómo dos grandes potencias mundiales, Francia y Estados Unidos, fueron derrotadas por Vietnam, e introduce a los lectores en la cadena, para nada corta, de intereses que conducen al desastre conforme pasa el tiempo.
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Situando a los lectores en escenarios magistrales, Éric Vuillard logra que se topen de frente con la realidad de los recolectores de caucho, explotados a más no poder, y los generales que guiaron la contienda, mientras describe esta fascinante comedia de lo humano.
Al interior de las páginas de “Una salida honrosa”, alrededor de 184, el autor francés reflexiona, además, en torno a la manera como reaccionaron en su momento los políticos de los países implicados e intenta dar respuesta a preguntas del tipo: ¿Qué secretario de Estado estadounidense propuso utilizar la bomba atómica para solucionar el conflicto? ¿De qué habló un alto mando del ejército francés, apóstol del napalm, en la televisión norteamericana? Y se cuestiona a sí mismo, y a los lectores, respecto a si ¿preferimos el confort de la ficción al vértigo que nos provoca la realidad?
La guerra de Indochina, apunta la editorial, nos permite entender cómo hoy, en Afganistán, en Mali, en cualquier lugar, seguimos buscando en vano una “salida honrosa”. Lo que consigue aquí Éric Vuillard es iluminar sobre cómo una decisión formal puede ser también política.
“Una serie de escenas entretejidas por una escritura brillante. Bajo la pluma de Éric Vuillard, los personajes históricos son seres de carne y hueso; los oímos respirar, los vemos sudar”, ha dicho el periodista Pierre Assouline. Y por la misma línea, Elisabeth Philippe, para L’Obs, comentó: “Doscientas páginas apretadas como puños listos para golpear. En cada uno de sus libros, Éric Vuillard escenifica un episodio de esta eterna guerra de los poderosos contra los débiles, a veces con énfasis, siempre con una ira fría y metódica”.
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No cabe duda de que el francés es uno de los mejores escritores de este siglo, en todas las lenguas. Superdotado en el arte de la novela, domina tanto el fondo como la forma con suma precisión. Su técnica consigue que los lectores, después de leerle, ya no puedan ver el mundo de la misma manera. “La suya es una voz casi tiránica, que se mueve con libertad desde la conciencia más profunda de los protagonistas hasta la perspectiva del historiador, desde los tiempos más remotos, cuando el hombre temía lo que escondía la profundidad de los mares, hasta el presente o más allá”, ha escrito Recaredo Veredas para Zenda.
“Una salida honrosa” es una novela de características totalmente contemporáneas. Leerla en clave de paralelismo, tomando como punto de comparación la guerra en Ucrania, pueda dar luces sobre cómo han cambiado los fines, pero la crueldad y la torpeza se mantienen. Ninguna guerra tiene sentido, por más que se intente razonar al respecto, y en eso ha sido enfático el autor, quien a lo largo de toda su obra ha intentado retratar el lado oscuro de una Europa que ha querido mostrarse como la eterna defensora de la democracia y los valores humanos.
“El 25 de junio de 1928, al alba, tres figuras austeras salían de Saigón para hacer un pequeño viaje. Un manto de niebla flotaba sobre los edificios. El coche circulaba a gran velocidad. La capota iba echada, hacía frío, y el viajero de delante se envolvió rápidamente en una manta de viaje. En realidad, Tholance, Delamarre y el secretario de ambos no eran unos viajeros normales y corrientes: formaban el embrión de una nueva administración colonial, eran los primeros inspectores de trabajo que se nombraban en la Indochina francesa. La sospecha de que había habido malos tratos en una plantación Michelin después de un motín de trabajadores había causado un gran revuelo y les habían encomendado la tarea de comprobar que se respetara el exiguo reglamento que hacía las veces de código laboral y protegía al culi vietnamita. El coche pronto dejó atrás los suburbios de la ciudad y continuó por entre filas de chozas. El paisaje era muy bello, de un color verde casi agresivo, el río se había desbordado y, tras una delgada franja de tierra, se adivinaban multitud de pequeñas parcelas cubiertas de un agua resplandeciente” – (Fragmento, “Una salida honrosa”, de Éric Vuillard).
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En previas entrevistas, el escritor francés ha resaltado que su apuesta estilística para narrar episodios de índole histórica consiste en la brevedad y busca continuamente que la narración no tenga un orden lineal, con el fin de conseguir que el contraste de pie al conocimiento y cada detalle sea comprensible al encadenarle. Respecto a por qué se ha concentrado en este tipo de narraciones, ha señalado que tiene que ver con su creencia de que “la literatura es capaz de establecer y encontrar una relación a aquello que es más extraño para la historia”.
La prosa de Éric Vuillard es como un rompehielos. Sus narradores operan como cámaras de guerra, sin tomar bando, tan solo documentándolo todo. A medida que los lectores se inmiscuyen en sus ficciones, más afectados se encuentran, porque esto de que un escritor consiga estremecer no es de todos los que con palabras intentan narrar el mundo.
Como si de un libro de historia se tratara, pero escrito en clave distinta, “Una salida honrosa” se presenta como una galería de instantaneas, de fotografías sucesivas cargadas de vida, de violencia, de horror y aflicción, que consiguen retratar el lado más profundo y aterrador de la condución humana, ese que tanto duele mirar de frente, pero que es necesario de encarar.
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