Todos los viernes, los participantes de Gran Hermano viven una fiesta en el SUM de la casa más famosa del país, dentro de los estudios de Telefe. Con el correr de las semanas, la producción tiene que agudizar su ingenio en estas veladas, porque ahora con solo seis participantes y dos familiares, la reunión necesitó de algún condimento extra.
En esta oportunidad, los hermanitos tuvieron que producirse con los trajes autóctonos nipones, que les acercaron durante la tarde. Las chicas, peinadas con altos rodetes sujetos con el clásico prendedor japonés, y maquilladas al estilo oriental, con boca rojas y redondas y ojos bien rasgados, se divirtieron en el momento de la transformación.
Por ejemplo, Rodolfo y Marcos se vistieron de monjes, Nacho de ninja y todas las chicas se colocaron el kimono y el maquillaje. La que llamó la atención fue Valentina, la hermana de Marcos, que lució completamente diferente a su estilo de siempre, ya que tuvo que modificar su peinado y despejar aun más su rostro. Con dos bucles que le caían debajo de las orejas, la salteña se entusiasmó con el cambio.
En cuanto a Lucila y Camila, el maquillaje logró una performance perfecta. Al tener el pelo rubio, las dos se destacaron con el maquillaje que contrastaba con el color de sus labios.
Los varones de la casa se enfundaron en los típicos atuendos japoneses, con pantalones de piernas anchas y una faja en otro color a modo de cinturón.
Para que el festejo fuera completo, los participantes y los dos familiares invitados a la casa comieron platos típicos de ese país. Pero la única condición fue que los prepararan ellos mismos. Y como la cocina viene siendo un bastión en los últimos días, sobre todo entre Romina y Lucila, ambas tuvieron que ceder el mando para que el resto se acerque a la mesada a poner manos a la obra.
Al respecto, mientras Marcos leyó para todos las intrucciones que dejó Gran Hermano para elaborar los platos, Romina les pidió a todos: “Lávense las manos primero”. Y por supuesto, todos accedieron, ya que iban a manipular los alimentos sin utensilios, empleando precisamente las propias manos.
Aunque Marcos repitió en voz alta una y otra vez las directivas acerca de cómo preparar el sushi, los hermanitos no lograron al principio ponerse de acuerdo. Cada uno interpretaba cosas diferentes. Y también opinaban distinto acerca de cómo ponerse a trabajar. Julieta pidió que “se repartieran las tareas”, pero Camila la contradijo: “Todos hagamos todo”.
Por su parte, la Tora sugirió si podía guiarlos. “Con una sola cosa nomás. Cuando tiremos el arroz y le echemos el vinagre por encima, hagamos viento con esto para que se vaya secando”, dijo mientras señalaba una hoja de papel que le servía para abanicar la comida.
“Bueno vamos por partes”, aconsejó Marcos y continuó leyendo las indicaciones desde el punto uno, para ordenarlos. A nadie le resultó muy sencillo comenzar a prepararlo, especialmente porque la comida de esa noche dependía de que lo hicieran bien. La única que se mostraba contenta y entusiasmada era Julieta. ¡Ay, qué lindo, chicos!, ¡Qué rico!”, decía aunque nadie había empezado ni siquiera a preparar el arroz blanco.
“¡Qué maquillaje, papá”, le dijo Marcos a Rodolfo cuando lo tuvo enfrente suyo, porque advirtió que el papá de Nacho se había colocado más cantidad de maquillaje que los demás, y estaba muy compenetrado en el personaje que le había tocado.
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