Además de innegables, los beneficios que aportan los árboles urbanos son muchos más de los que imaginamos. No solo reducen la temperatura ambiental varios grados en los días calurosos, producen oxígeno o absorben el dióxido de carbono, uno de los principales causantes del calentamiento global. Plantar más árboles en las ciudades también evitaría un tercio de las muertes producidas por el llamado efecto isla de calor, que se forma al reemplazar la cobertura natural del suelo por edificios y asfalto, según reveló un estudio publicado en febrero por The Lancet y liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
Los resultados de ese estudio, obtenidos con datos de 93 ciudades europeas -ocho de ellas españolas-, indicaron que más de 4% de la mortalidad en las ciudades europeas es atribuible a las islas de calor y que hasta un 35% de los fallecimientos podrían evitarse si los árboles cubriesen el 30% del espacio urbano.
No es un dato menor, teniendo en cuenta que el Instituto de Salud Carlos III estimó que en España se produjeron más de 4.700 muertes relacionadas con el exceso de calor entre finales de abril y comienzos de septiembre de 2022, el año más caluroso desde que se miden las temperaturas y uno de los más secos.
“De las 93 ciudades europeas que analizamos en el estudio, la media de cobertura de árboles es de un 15%, una cifra muy baja, y vemos cómo en las ciudades españolas se reduce a un 8%”, explica a Infobae la bióloga Tamara Iungman, investigadora del ISGlobal. Y aunque en España se están tomando medidas importantes a corto plazo como la instalación de ‘refugios climáticos’ en las ciudades, toldos en las calles para dar sombra o sistemas de aviso a la población, “en realidad no resuelven el problema”. “Se necesitan medidas más a largo plazo, cambios estructurales”, advierte la experta.
“Lo que propusimos en el estudio tiene que ver con cambios en el diseño urbano y de transporte, con incorporar más infraestructura verde urbana como árboles, fachadas o techos verdes, que ayudan a combatir esas islas de calor que se originan por la ausencia de vegetación, la alta densidad de población, los excesos de superficies impermeables como el asfalto y el exceso de vehículos motorizados”, señala Iungman.
En su opinión, algunas ciudades como Barcelona están siendo “un ejemplo en términos de diseño urbano innovador e inteligente”, pero también asegura que aún están por ver los impactos reales de proyectos como los ejes verdes o las supermanzanas –superilles en catalán-, que consisten en cerrar al tráfico de vehículos varias manzanas para priorizar a los peatones en el espacio público y en este caso “siguen siendo 100% asfalto”. “Lo importante es que no solo sean experiencias aisladas, sino que se distribuyan en el territorio de toda la ciudad para que más personas se puedan beneficiar de ellas”, aclara.
Reemplazar precisamente esas superficies impermeables como el asfalto por otras más permeables como los adoquines, que permitan que el agua penetre, es otra de las propuestas que señala el estudio para combatir el calor en las ciudades y, en ese sentido, Iungman señala que en lugares como Madrid “se está haciendo justo lo contrario”. “España, en general, se caracteriza por tener casi todas sus plazas de cemento cuando deberían tener tierra, superficies más permeables”, advierte.
El objetivo del estudio, recuerda la bióloga, es “generar más conciencia” y que este tipo de evidencias se tengan en cuenta en la toma de decisiones para “crear ciudades más sostenibles y resistentes al cambio climático”, porque aunque todas estas medidas suponen sin duda “costes y un mantenimiento para los ayuntamientos”, a la larga “los beneficios asociados son mucho mayores”.